Inauguramos una nueva sección dedicada a las máquinas y videojuegos RETRO. Recordaremos los inicios de los títulos más representativos del antiguo panorama, los años 80 y su incipiente industria electrónica. En este primer capítulo se aborda el sueño de todo chaval de aquella época: ser poseedor de un ordenador doméstico y jugar ilimitadamante con sus videojuegos favoritos.
Un nuevo amanecer
Unos días antes del verano, a mediados del mes de junio, las clases ya habían terminado y tenía todo el tiempo del mundo por delante. La brisa de la mañana entraba por la ventana, había descansado muy bien durante la noche y mi cuerpo estaba exultante, lleno de vida.
Unos nudillos golpearon la puerta de mi habitación, desde el otro lado se oía la voz de mi madre, conminándome a levantarme. Parecía más excitada de lo normal, tenía prisa por que me levantara de la cama. En su voz se intuía un ahogo que no era habitual.
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Sin dilaciones, y dada la naturaleza de la premura tuve que alzar las piernas hacia el aire y posarlas después, con inusitada prisa, en el suelo, que dado el calor que había pasado durante la noche, su frescor sentó excelentemente a las plantas de mis pies.
Dado el interés que tenía mamá por que abandonara la habitación, tuve que subir rápidamente la persiana y salir raudo hacia fuera. Al abrir la puerta no había nadie tras ella, sólo podía ver la intensa luz que provenía del salón, al otro lado de la casa. Desde allí podían escucharse las voces exaltadas de mi joven madre. Me puse realmente nervioso, desconocía qué se traía entre manos, su voz no dejaba de parecer satisfecha con aquello que quería mostrarme.
https://youtu.be/AS0a3mgByFE
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Llegué por fin al salón y la brisa mañanera que entraba de la terraza cubría por completo mi cuerpo, el trinar de los pajarillos se escuchaba más fuerte que nunca, pareciendo anunciar algo importante. Era, desde luego, un día primordial en la vida de un chaval de once años casi recién cumplidos. Se trataba del día que cambiaría mi percepción de la tecnología para siempre.
Al echar un vistazo general a la estancia, observé a mi madre, cuyo rostro no podía disimular la espléndida sonrisa que lucía esa mañana. Ella sabía que aquel acontecimiento haría tambalear mi mundo más inmediato, comenzaba un nuevo camino que se adivinaba estimulante y divertido.
Allí estaba, un paquete de mediano tamaño, alargado y con forma rectangular. Ella me dijo que era para mi, que podía abrirlo: “esto es tu regalo por haber aprobado todas las asignaturas en el colegio”. Me sentía alagado, aquello parecía mucho más de lo que merecía por haber pasado de curso. No pude aguantar más y me dispuse a abrir aquel envoltorio de color azul, mi color favorito por entonces.
https://youtu.be/ZX3nUUekYi8
Según iba desempaquetando aquella caja no paraba de conjeturar acerca del contenido. Pero lo pude ver, lo primero aquellas pantallas de Camelot Warriors y Phantomas y después el dibujo del cassette incorporado de la máquina con la que me habían obsequiado mis padres. Si, se trataba de un Spectrum, la máquina de 8 bits que lo cambió todo.
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A partir de ese momento una sucesión de videojuegos vino a inundar las estanterías de mi habitación. Los precios estaban por las nubes –por lo menos en mi situación, un mocoso de 11 años sin recursos económicos- y no podía permitirme comprar muy a menudo todos los títulos que habría querido. Por aquel entonces (año 1988), los precios de algunas compañías españolas habían bajado a 875 Ptas., cantidad que había hecho más accesible la compra para algunos bolsillos. Compañías como Dinamic, Topo o Zigurat se unieron a esta campaña de abaratamiento de sus productos, sobre todo, según pensaban, para hacer frente a la extrema piratería que asolaba el panorama del Spectrum en esos días.
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Para paliar la espera por conseguir algunos de los juegos más valorados, cargaba en mi Spectrum 128 k algunas de las cintas de la revista Microhobby que me dejaban algunos familiares y amigos. En sus páginas comencé a ver todas las posibilidades que tenía este ordenador tan modesto. Aparecían pantallas de presentación muy vistosas realizadas por lectores, noticias y análisis de las últimas novedades en videojuegos, cargadores y pokes, reportajes sobre compañías del ramo…Era todo un desfile de novedades para mi. Nunca había disfrutado tanto con un artilugio electrónico como con aquel Spectrum.
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Me fuí haciendo con más juegos, algunos eran copiados en el editor del ordenador, los grababa y después veía los resultados. En otras ocasiones –las que más- eran aquellos títulos originales o demos que tenía en casa los más cargados en el cassette de mi flamante “Speccy”. Poco a poco me fui interesando por el software de todas las épocas. La colección iba en aumento, al igual que la ilusión por ver como evolucionaría todo aquello. Muchos videojuegos aguardaban su descubrimiento. Muchos de ellos verdaderas joyas de la programación.
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